Variedades de vino en las cuatro denominaciones de origen de Aragón

Hablar de las denominaciones de origen de Aragón es adentrarse en un mosaico de paisajes, climas y tradiciones que encuentran en el vino una de sus expresiones más auténticas. Esta comunidad autónoma cuenta con cuatro denominaciones de origen reconocidas: Cariñena, Campo de Borja, Calatayud y Somontano. Cada una de ellas ha sabido desarrollar un perfil propio a partir de las variedades de uva que mejor se adaptan a su suelo y a sus condiciones climáticas, lo que convierte al conjunto de la región en una de las zonas vinícolas más interesantes de España. La riqueza de variedades no solo ofrece una diversidad de estilos de vino, sino que también refleja siglos de adaptación y evolución vitivinícola.

En la denominación de origen Cariñena, una de las más antiguas del país, destacan principalmente dos variedades: la garnacha y la cariñena, que dan nombre y personalidad a sus vinos. La garnacha, con su carácter frutal y su capacidad para ofrecer vinos con buena graduación alcohólica y notas de frutos rojos maduros, ha sido la gran protagonista en las últimas décadas. Sin embargo, la variedad cariñena, que durante un tiempo quedó relegada a un papel secundario, está recuperando reconocimiento gracias a su aporte de acidez y estructura, cualidades que le confieren longevidad y frescura a los vinos. Junto a ellas, también se cultivan variedades internacionales como el cabernet sauvignon, el merlot o la syrah, que se han integrado de manera natural en los ensamblajes, aportando complejidad y matices contemporáneos.

Campo de Borja, conocido como el “Imperio de la Garnacha”, ha hecho de esta variedad su seña de identidad. Los vinos de garnacha aquí presentan un perfil muy característico, con una gran concentración frutal, suavidad en boca y un equilibrio entre frescura y potencia que los ha situado entre los más valorados del panorama internacional. El clima continental con influencia del cierzo, un viento frío y seco que recorre la región, ayuda a que la garnacha alcance su máxima expresión. Aunque la denominación también admite otras variedades como el tempranillo, el syrah o el cabernet sauvignon, es indiscutible que la garnacha de Campo de Borja ocupa un lugar central en la identidad de Aragón como territorio vinícola.

Calatayud, por su parte, combina tradición y modernidad en sus variedades. Sus viñedos, muchos de ellos situados en altitudes superiores a los 700 metros, ofrecen condiciones únicas para el cultivo. La garnacha vuelve a ser la protagonista, aunque aquí se distingue por una frescura especial derivada de la altitud, lo que da lugar a vinos de gran intensidad aromática y equilibrio. Además, Calatayud ha sabido aprovechar la syrah y el tempranillo para elaborar vinos con perfiles más modernos y versátiles, que conectan con un público internacional. Pero no solo eso, sino que desde Plantvid nos cuentan que, en la zona, la monastrell y la cabernet sauvignon también forman parte de su patrimonio varietal, ampliando la gama de posibilidades de los elaboradores.

El Somontano, ubicado a los pies de los Pirineos, ha construido su reputación precisamente en la diversidad y en la apertura a variedades foráneas. A diferencia de otras denominaciones aragonesas, aquí el viñedo se ha internacionalizado desde hace décadas, combinando uvas autóctonas con internacionales. En tintos, son habituales el cabernet sauvignon, el merlot, el tempranillo y la syrah, que ofrecen vinos con un estilo moderno, bien estructurado y con un marcado carácter frutal. En blancos, el Somontano ha apostado por variedades como el chardonnay, el gewürztraminer o el sauvignon blanc, que han encontrado en estas tierras un lugar privilegiado para mostrar toda su expresividad. El resultado son vinos aromáticos, frescos y elegantes, que contrastan con los blancos más tradicionales de otras zonas de Aragón y que han consolidado a esta denominación como un referente de innovación dentro del panorama español.

Cada denominación de origen aragonesa ha apostado por variedades que expresan de forma particular la identidad de su territorio. Mientras Cariñena combina historia y recuperación de uvas autóctonas, Campo de Borja se posiciona como bastión de la garnacha, Calatayud ofrece vinos frescos y potentes gracias a la altitud de sus viñedos, y Somontano se erige como un laboratorio de innovación donde conviven variedades locales e internacionales. Este mosaico varietal no solo enriquece la oferta de vinos de Aragón, sino que también posiciona a la región en los mercados nacionales e internacionales con un sello de calidad y diversidad.

Fases de una cata de vinos

Un proceso de cata de vinos se estructura en diferentes fases que permiten analizar el vino con todos los sentidos y comprender sus cualidades.

La primera fase es la visual. Aquí se examina el aspecto del vino a través de la copa, prestando atención al color, la limpidez, la intensidad y la fluidez.

La segunda fase es la olfativa. Primero se perciben los aromas sin mover la copa, después se agita suavemente el vino para oxigenarlo y liberar más compuestos aromáticos. En esta etapa se pueden distinguir los aromas primarios, que provienen de la uva; secundarios, ligados a la fermentación; y terciarios, que aparecen tras el envejecimiento en barrica o en botella.

La tercera fase es la gustativa. El vino se lleva a la boca y se reparte por todo el paladar para percibir sabores, texturas y sensaciones. Se evalúa la acidez, el dulzor, la presencia de taninos, el grado alcohólico, el cuerpo del vino y su equilibrio.

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