Prevenir la caída de los dientes es posible: te contamos cómo.

Cuando pensamos en una sonrisa sana, lo primero que se nos viene a la cabeza es el físico: unos dientes blancos, alineados y cuidados. Pero lo cierto es que hay algo mucho más importante que la apariencia, y es la salud de nuestros dientes.

La pérdida de dientes no es un problema exclusivo de la edad avanzada, como muchas personas se creen; puede aparecer en personas jóvenes y adultas si no se presta atención a ciertos hábitos. La buena noticia es que la mayoría de las causas que provocan la caída de los dientes se pueden evitar con prevención y constancia.

La caída dental, un problema más común de lo que pensamos.

Puede que la caída de un diente nos parezca algo excepcional, pero en realidad es una de las principales consultas en odontología. Entre las causas más frecuentes están la caries no tratada, la enfermedad periodontal (problemas en las encías), los traumatismos o golpes y algunos hábitos dañinos que, aunque parecen inofensivos, desgastan poco a poco la dentadura.

De hecho, una caries que se deja avanzar puede llegar a destruir gran parte de la pieza y, en casos extremos, hacer que ya no tenga solución más que extraerla. Algo similar ocurre con las encías: cuando hay una inflamación crónica, estas se retraen y dejan de sujetar bien al diente, que termina moviéndose y, con el tiempo, cayéndose.

Por si fuera poco, esto no es un problema únicamente físico o funcional (como masticar peor): la pérdida dental también afecta a la autoestima, a la manera en la que hablamos y a la salud en general, porque una mala masticación puede derivar en problemas digestivos.

Por eso es tan importante prevenir antes de llegar a este punto.

La prevención como mejor estrategia.

La Organización Colegial de Dentistas de España nos recuerda en sus guías que la mejor forma de evitar la pérdida de piezas dentales es con hábitos de higiene diarios, hacer revisiones periódicas y llevar una alimentación equilibrada.

En otras palabras: se trata de cepillarse bien un par de veces al día con un dentífrico con flúor, acompañar la rutina con hilo o cepillos interdentales, no olvidarse de la lengua y renovar el cepillo cada pocos meses. Además, aconsejan visitar al dentista al menos una vez al año para detectar cualquier problema a tiempo, llevar una dieta rica en calcio y baja en azúcares y decir adiós a costumbres poco saludables como fumar o morderse las uñas.

Estas recomendaciones parecen básicas, pero en la realidad no siempre las seguimos con la constancia necesaria. Lo que marcan es un camino claro: cuidar la boca día a día evita que lleguemos al punto de enfrentarnos a la pérdida de un diente.

La higiene dental es mucho más que un simple cepillado.

Cuando se habla de prevención, lo primero que se menciona es la higiene. Pero lo cierto es que no todos se cepillan de manera correcta. Pasar el cepillo por encima de los dientes en un par de pasadas rápidas no es suficiente: un buen cepillado toma al menos dos minutos, abarcando todas las caras del diente, incluyendo las muelas posteriores, que son las grandes olvidadas.

El flúor presente en la pasta ayuda a fortalecer el esmalte, lo que actúa como una barrera frente a las caries. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el cepillo, por sí solo, no llega a todas partes. En los pequeños espacios entre diente y diente se acumula la placa que luego provoca caries interdentales o problemas de encías, y por eso es imprescindible el uso de hilo dental o de cepillos interproximales.

Tampoco hay que olvidarse de la lengua, que acumula bacterias y puede ser origen de mal aliento. Una lengua limpia nos ayuda a tener una boca más sana en general. También es importante cambiar el cepillo cada tres meses o incluso antes si se ven las cerdas abiertas, ya que un cepillo desgastado no limpia los dientes en condiciones.

Las revisiones: la importancia de detectar a tiempo.

Muchas personas solo acuden al dentista cuando sienten dolor, pero lo cierto es que esperar a tener molestias es arriesgarse demasiado. En la mayoría de los casos, las enfermedades dentales avanzan de manera silenciosa.

La inflamación de encías, por ejemplo, puede no doler al inicio y, sin embargo, estar provocando daños importantes en el hueso que sujeta al diente.

Con una revisión anual es más que suficiente para que el dentista pueda detectar caries incipientes, gingivitis u otros problemas en fases tempranas, cuando aún son fáciles de tratar. Esa visita preventiva puede ahorrarnos la caída de un diente, y por ende, también tratamientos largos y más caros. Y aunque pueda dar algo de pereza, lo cierto es que salir de la consulta con la tranquilidad de que todo está en orden no tiene precio.

La alimentación, otro aspecto a mimar.

Lo que comemos tiene un impacto directo en la salud bucal:

  • Una dieta rica en azúcares alimenta a las bacterias que producen ácidos y desgastan el esmalte.
  • Alimentos como la leche, los quesos, el yogur o los vegetales de hoja verde aportan calcio y otros minerales esenciales para que los dientes estén fuertes.
  • Las frutas crujientes como la manzana o la zanahoria ayudan a limpiar de manera natural y estimulan la producción de saliva, que es la defensa natural de la boca frente a los ácidos.
  • Conviene reducir bollería, refrescos y golosinas, que además suelen quedarse pegados en los dientes durante más tiempo.
  • Hidratarse también es importante. La sequedad bucal favorece las caries y el mal aliento, por eso, es importante suficiente agua durante el día para mantener el cuerpo y la boca protegidos.

Hábitos que hay que desterrar.

A veces no somos conscientes de que ciertos gestos del día a día dañan la boca, como morderse las uñas, abrir envases con los dientes o morder objetos como bolígrafos debilita el esmalte y puede llegar a fracturar piezas.

El tabaco merece una mención aparte. Fumar no solo mancha los dientes y causa mal aliento, sino que también aumenta de forma considerable el riesgo de enfermedad periodontal, una de las principales causas de pérdida dental. Además, retrasa la cicatrización de las encías y dificulta cualquier tratamiento.

El bruxismo, por otro lado, que consiste en apretar o rechinar los dientes, también puede provocar desgaste, fisuras e incluso movilidad en las piezas. Aunque muchas veces se hace inconscientemente durante la noche, existen soluciones como las férulas, que el dentista puede recomendar para proteger la dentadura mientras dormimos.

La influencia de la edad y la genética.

Es cierto que con los años los dientes se vuelven más vulnerables; el esmalte se desgasta, las encías tienden a retraerse y el riesgo de enfermedad periodontal aumenta. Sin embargo, esto no significa que la pérdida dental sea inevitable: con una buena prevención, muchas personas mayores llegan a conservar la mayoría de sus dientes en perfecto estado.

La genética también influye, y hay quienes son más propensos a tener problemas de encías o caries. Pero incluso en esos casos, mantener hábitos correctos y acudir al dentista con regularidad reduce muchísimo las probabilidades de perder un diente.

Lo fundamental es entender que la salud bucal no se consigue con gestos puntuales, sino con constancia. Igual que no sirve de nada hacer ejercicio solo un día, tampoco basta con cepillarse bien de vez en cuando; la prevención funciona porque es diaria, porque convierte los buenos hábitos en parte de nuestra rutina sin que tengamos que pensarlo demasiado.

¿Qué ocurre cuando la prevención no llega a tiempo?

Puede que, pese a los cuidados, en algún momento tengamos un diente dañado que no se pueda salvar, pero no debemos rendirnos, incluso en esos casos.

La odontología de hoy en día ofrece soluciones como los implantes dentales, que trabajan para recuperar la estética y la función masticatoria. Sin embargo, ninguna prótesis será igual que un diente natural, por lo que siempre merece la pena hacer lo posible por conservar nuestras piezas.

Además, cuanto antes se actúe frente a una movilidad o una caries avanzada, mayores son las posibilidades de salvar la pieza sin llegar a perderla. Por eso, incluso si notamos un mínimo síntoma (sangrado de encías, sensibilidad, movilidad) lo mejor es no posponer la visita al dentista.

Una sonrisa que se cuida.

Prevenir la caída de los dientes está en nuestras manos mantener una sonrisa fuerte y saludable. Los pasos a seguir para conseguirlo son sencillos: higiene adecuada, revisiones anuales, alimentación equilibrada y eliminación de hábitos dañinos.

El resultado de cuidarse no se verá de un día para otro, pero con el tiempo se notará en la firmeza de los dientes, en la frescura del aliento y en la tranquilidad de saber que estamos haciendo lo correcto para nuestra salud.

Una sonrisa sana siempre será lo mejor: nos dará seguridad y será reflejo de nuestro bienestar. Y si todo eso se puede conseguir con prevención, merece la pena ponerlo en práctica desde hoy mismo.

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